
En el espacio Ciencia Afición de la temporada pasada discutimos un día, con cierto detalle, que el verdadero secreto de la longevidad no residía en ningún exótico elixir, sino en los telómeros y en la acción de la telomerasa. Los primeros, los telómeros, son como los cordones de unos zapatos para nuestros cromosomas, y en cierto modo se van acortando a medida que el "zapato" se copia en los procesos de la división celular a lo largo de la vida. La segunda, la telomerasa, protege a dichos cordones de una degradación excesiva. Pues bien, existen evidencias que ligan longitud o buen estado de los telómeros y longevidad. O, dicho de un modo práctico: mantener en buen estado los telómeros serviría para alargar considerablemente la vida (al menos sobre el papel) y degradarlos rápidamente podría ser extraordinariamente útil en la lucha contra el cáncer y otras enfermedades.
Hace apenas unos días, los investigadores estadounidenses Blackburn, Greider y Szostak han sido galardonados con el premio Nobel de Medicina 2009 precisamente por los trabajos referidos anteriormente, por haber resuelto un gran problema en la biología: «Cómo los cromosomas son copiados durante la división celular y se protegen contra la degradación», según el jurado que falló el reputado premio. Las investigaciones que dieron lugar a dichos conocimientos se realizaron allá por la década de los 80, si bien es ahora cuando cobran vigencia gracias al avance de las técnicas de manipulación de genes, que permitirían -al menos sobre el papel- experimentar las potenciales y positivas aplicaciones de dichos descubrimientos.
En el próximo programa y al hilo del citado galardón, volveremos a recordar en qué consiste el misterioso mecanismo biológico de la longevidad, al hilo de la concesión del citado galardón.